En
Alicante estamos en plenas fiestas de Hogueras de San Juan (Les Fogueres, que dicen los de
esta tierra) y uno de los monumentos de madera y cartón piedra que arderán en
la madrugada del 25 de junio para honrar al solsticio de verano, será la
Hoguera de categoría especial “El mar, la mar” del Polígono de San Blas, obra
del artista foguerer José Lafarga.
Esta hoguera, de título
similar a un poema de Rafael Alberti, es, por un lado, una
crítica a la situación actual del país y a ciertos personajes e instutuciones públicas que han
contribuido a embravecer aun más las aguas ya revueltas de España; por otro
lado, es un canto al mar, en su doble vertiente pacífica y violenta, y al mundo
marino, a sus ilustres exploradores (como el navegante Jorge Juan), a los
trabajadores de la mar y a la añoranza de las gentes del mar cuando no lo
tienen cerca.
Además
de ser una de las Hogueras más bellas y llamativas de la plantà de este año (7º
premio de la categoría especial), su interés clásico radica en la enorme y colosal
figura del dios NEPTUNO que preside el monumento y coge de la mano a una joven
cuyo vestido representa una espiral de oleaje marino.
Si estáis en o cerca de Alicante podéis visitar esta
Hoguera hasta la noche del domingo 24 de junio en el descampado de la Avda. Dr.
Rico de Alicante (Barrio de San Blas, cerca de la ciudad deportiva). A
diferencia del dios romano, su Neptuno es tan efímero que esa misma noche el
dios y todo su dominio marino desaparecerán para siempre consumidos por las
llamas.
Para quienes no podáis verla in situ, antes de pasar a recordar la figura de Neptuno, aquí os dejo unas imágenes que ilustran la gran maestría de este monumento al MAR y a NEPTUNO.
NEPTUNO (POSIDÓN
griego)
Hijo de Saturno y Cibeles,
Neptuno es el dios itálico de las aguas saladas y dulces y, por extensión y
asimilación de atributos del Poseidón griego, se convirtió también en rey de la gran superficie del mar, de sus negros
abismos, y de los océanos, o por lo menos del Mar Mediterráneo, único mar conocido
por los antiguos griegos.
Su
reino lo obtuvo cuando, junto con sus hermanos Zeus y Hades, tras destronar al
padre Cronos, echaron a suertes en un yelmo quien se quedaría con el cielo, el
mundo subterráneo y el mar. A Zeus le tocó el cielo, a Hades las lóbregas
profundidades subterráneas y a Posidón el mar.
Pero
el impetuoso dios, se rebeló contra su hermano Zeus (Júpiter romano) y éste le
arrojó del Olimpo. Ya en la tierra, Neptuno tuvo que ganarse la vida como un
mortal: ayudando en la construcción de las murallas de Troya, construyendo elevados
espolones para frenar las incursiones del mar en la tierra y muchos otros trabajos,
hasta reconciliarse con su hermano y volver al Olimpo. A partir de entonces, se instaló en su palacio submarino situado en
las profundidades marinas cerca de Eubea, y se
dedicó por entero al gobierno del inmenso imperio que le había correspondido en
suerte, el cual no sólo abarcaba los océanos y mares, sino también las islas,
penínsulas e, incluso, continentes, volcanes y terremotos.
Su
nombre en griego, Posidón (o Poteidan en el dialecto dórico),
está relacionado en su primera parte con una raíz pot- que indica poder
(de donde vienen las raíces etimológicas de palabras como potencia, potencial,
etc.) y vendría a significar “señor de las profundidades”. Así se explican sus tres
campos de actuación: la formación del mar, la de la tierra firme, condicionada
por movimientos sísmicos en su corteza interior y el nacimiento de las fuentes
de agua dulce, condicionado también por los movimientos internos y corrientes
acuosas del subsuelo.
En
cambio, su nombre en latín Neptunus significaba “señor de las aguas del
cielo” (< nebh- agua del cielo; -tu- que indica soberanía) y
era considerado el dios de las estaciones, de la lluvia y de las aguas. Los etruscos
lo llamaron Nethuns, ampliando sus funciones al mar, por asimilación
cultural con la figura de Posidón a raíz de las relaciones comerciales
establecidas entre griegos y etruscos. Los romanos también identificaron a Neptuno
con Posidón, vinculándolo, además, a las
aguas dulces como protector de puentes y de la conservación del agua. Su fiesta,
las Neptunalia, se celebraba el 23 de julio, durante el periodo de más
sequia veraniega, colocando en Roma tallos frescos y ofreciendo ramas al dios
para impedir que el agua se agotase.
En la iconografía y en la
imaginería suele ser representado como un hombre de edad madura, con larga
barba, ancho pecho y vigorosas espaldas.
No lleva ningún cetro
como símbolo de poder (en la Hoguera del Polígono de San Blas, sí que aparece
con un cetro en su mano izquierda). Tampoco lleva ropajes suntuosos, pues su aspecto
colosal ya muestra la grandeza de su poder. Lo que sí lo identifica es un tridente
marino, muy parecido a los arpones usados para la pesca a mano del atún, con el
que ejerce su poder específico provocando tempestades y terremotos marinos.
Tal vez porque también se
le atribuyó la creación del caballo y el arte de su doma, Neptuno suele
aparecer de pie, surcando las aguas sobre un carro de oro arrastrada por
vigorosos hipocampos o caballos marinos (seres mitológicos con cabeza de
caballo y cola de pez) con crines de oro y cascos de bronce, guiados por
geniecillos, tritones (hombres-pez), delfines y otras criaturas marinas que escoltan
su carroza. Cuando Neptuno con sus caballos se acercaba a las tormentas, éstas cesaban
y el mar volvía a la calma.
El magnánimo dios del Mar frente a nuestro
mundano Rey y su “dulce e inofensivo" nietecito
Es
característico contemplar esta imagen del dios en fuentes y monumentos acuáticos,
como la archiconocida Fuente de Neptuno situada en la Plaza de Cánovas
del Castillo de Madrid, popularmente conocida como la Plaza de Neptuno, o
la Fuente de Neptuno del s. XVIII del Real Sitio de San Ildefonso, en La Granja
(Segovia, España).
Si astrológicamente Neptuno representa la sensibilidad y la compasión, pero también la simpatía inconsciente, la apreciación estética, la fantasía, la imaginación y el idealismo, esta Hoguera presidida por el dios Neptuno consigue plasmar toda la potencia del mar y la gran atracción que ejerce sobre todo el que se acerque a sus aguas.
Un recuerdo eterno para este monumento tan magnífico
y, a la vez, tan efímero de mi barrio de San Blas de ALICANTE .
Y mi enhorabuena a su
artista y a todos los que han colaborado en darle vida durante seis días
MALA hoc scripsit