sábado, 10 de octubre de 2009

HIPATIA DE ALEJANDRIA, ENTRE LA HISTORIA Y AMENABAR

En el cine tiene el rostro de Rachel Weisz y su historia es la trama de Agora, la última película del director de cine Alejandro Amenabar.
Hipatia de Alejandría (cuyo nombre significa La más grande) fue una mujer científica, la primera que hizo contribuciones sustanciales al desarrollo de las matemáticas y la filosofía, debido a lo cual algunos la llamaron La última gran Sabia de la Antigüedad o la Filósofa. Ha pasado a la historia como una joven virgen y extraordinariamente bella, matemática y filósofa, cuya muerte violenta linchada por una multitud de cristianos enfervorecidos marca un punto de inflexión entre la cultura del razonamiento griego y el oscurantismo del mundo medieval.




Se cree que nació en torno al 355 d C. Era hija del matemático y filósofo Teón de Alejandría, quien le enseñó matemáticas y astronomía y le transmitió su pasión por la búsqueda de lo desconocido. Viajó a Roma y Atenas, para aprender y enseñar y su talento llegó a superar al de su padre. En torno al año 400 d. C se convirtió en directora de la escuela platónica de Alejandría. Convirtió su propia casa en un centro intelectual y allí impartía sus clases de matemáticas y filosofía, difundiendo las teorías de Platón y Aristóteles a sus discípulos venidos de toda Europa, África y Asia. Entre estos hubo futuros obispos, gobernadores y prefectos imperiales, de los que ejerció después como consejera.
Hipatia era una ferviente pagana en una época en que el cristianismo en auge estaba acabando con el paganismo romano. De hecho, Alejandría era una de las comunidades cristianas más importantes y su Patriarca gozaba del mismo prestigio e influencia que los de Jerusalén, Antioquía y Constantinopla, sólo superado por el Patriarca de Roma. Cuando murió el Patriarca de Alejandría, se produjo una violenta lucha por sucederle. Cirilo resultó vencedor. Pero sus tesis fanáticas le pusieron en contra Orestes, el prefecto imperial romano y antiguo alumno de Hipatia. Y este enfrentamiento se saldó con la ejecución de un subalterno del obispo, empezando entonces a correr entre los cristianos de Alejandría el rumor de que la causante de la discordia era la misma Hipatia que se oponía a los abusos del poder religioso cristiano. En plena Cuaresma del año 415 d. C. un grupo de fanáticos, dirigidos por un lector llamado Pedro, se abalanzó sobre la Filósofa mientras regresaba a su casa, la golpearon y la arrastraron por toda la ciudad hasta conducirla al Templo Cesáreo, donde la desnudaron, la golpearon con cascotes de tejas («óstraka») y acabaron por descuartizarla. Sus restos fueron paseados en triunfo por Alejandría y después fueron quemados. Sus asesinos no fueron castigados y Cirilo, al que muchos consideraron instigador de su asesinato, fue poco a poco acrecentando su poder hasta convertirse en una figura destacada del cristianismo, llegando a ser proclamado santo. Algunos cronistas indican que, en el momento de su muerte, Hipatia tenía 25 años, otros que 40 y otros que en torno a 60. Pero lo que es seguro es que su muerte y el mito que arrastró consigo la convirtieron en mártir.
Esta mitificación nació en el siglo XVIII a manos del filósofo británico John Toland, quien publicó un ensayo histórico titulado Hipatia, o la historia de una dama de gran belleza, virtud y sabiduría, competente en todo, que fue descuartizada por el clero de Alejandría para satisfacer el orgullo, la envidia y la crueldad del arzobispo, a quien se conoce, de manera universal aunque inmerecida, como san Cirilo, y convirtió a la joven en una mártir. La obra de Toland prendió raíces en la élite de la Ilustración y, así, Voltaire hizo de Hipatia el símbolo de la razón filosófica frente a la sinrazón de la Iglesia, postulando que fue asesinada por anteponer las leyes de la naturaleza racional a los dogmas impuestos. En el Romanticismo del siglo XIX el poeta francés Leconte de Lisle moldeó la leyenda definitiva en el verso: “La mente de Platón en el cuerpo de Afrodita”. Fue el paso para convertir a Hipatia en protagonista de obras dramáticas y novelas histórico-románticas que exaltaban la perfección helenística. En la segunda mitad del mismo siglo, el positivismo anglosajón la convirtió en líder del conocimiento científico frente a la religión. En las décadas de 1970 y 1980, las feministas se valieron de la figura de la Filósofa para reivindicar la igualdad de la mujer, su capacidad intelectual y hasta su libertad sexual, aunque no viniera a cuento. 


Y ahora en 2009, su historia se retoma, inspirada por la obra del físico (y no historiador, como algunos lo denominan) Carl Sagan, en la superproducción de Alejandro Amenabar, Ágora, título que, según el director, equipara a nuestro mundo con las grandes plazas de las ciudades del mundo antiguo, donde todos podían vivir y debatir sin usar la violencia. En palabras de su director, es la historia épica sobre una mujer y su incansable búsqueda de la verdad, los desvelos de la matemática y astrónoma por salvaguardar la legendaria Biblioteca de Alejandría y el saber del mundo antiguo ante la amenaza de las revueltas religiosas que habían estallado en la ciudad.
Pero en la verdadera Alejandría era frecuente la violencia entre facciones (judíos, paganos, cristianos, autoridades imperiales) y no siempre por razones religiosas. Y lo cierto es que a Hipatia, que posiblemente en el 415 era una mujer que rondaba los 60 años (y no los 30 y tantos, como la actriz protagonista), la mató una turba sí, pero por su posición política más que por sus ideas religiosas.

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